01/09 - Comienzo del Año Eclesiástico (Indicción)


El primer día de septiembre se inicia el año eclesiástico. Históricamente en esa fecha el Imperio Romano imponía a sus súbditos un gravamen para el mantenimiento de sus fuerzas armadas. A dicho impuesto se le dio el nombre de Indicción (Definición, Orden, Llamamiento), el cual también fue adoptado por los emperadores en Constantinopla. Posteriormente se usó el término de Distribución para denominarlo. En el año 312, Constantino el Grande introdujo en sus territorios este decreto después de ser proclamado Emperador.


Hay tres tipos de Indicción pero la que celebramos nosotros vino a ser llamada la Constantinopolitana, adoptada por los Patriarcas. Esta Indicción o llamamiento se inicia el 1 de septiembre y es observada con especial atención: en este tiempo, a la vez que se concluye un ciclo de producción con la siega y recolección de las cosechas y su almacenamiento en los graneros, se inicia también la preparación para la siembra y cultivo futuros. Por eso consideramos esta fecha para el inicio del nuevo año.


La Iglesia festeja este día suplicando a Dios por buen tiempo, lluvias generosas y abundancia de los frutos de la tierra. Las Sagradas Escrituras dan testimonio de que el pueblo de Israel celebraba la fiesta del Clamor de las Trompetas en este día ofreciendo himnos de acción de gracias. Además de lo antes dicho, nosotros conmemoramos también, la presencia del Señor en la Sinagoga de Nazareth cuando leyó el pasaje de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva” (Lc 4:16-30).


EL AÑO LITÚRGICO EN LA IGLESIA BIZANTINA


La celebración litúrgica en la Iglesia Bizantina se nos presenta de una forma que tiene que ver con toda la vida del cristiano y le confiere un ritmo propio. En cada etapa del camino de la vida, en cada momento difícil, la Iglesia busca santificar a sus hijos con los sacramentos y con las oraciones. De este modo, la vida del cristiano no avanza según los días del calendario, sino según las festividades eclesiales y el tiempo terrestre o natural se transforma en parte de la Historia Sagrada, en Tiempo de Salvación.


Las celebraciones bizantinas están estrechamente ligadas a los “ciclos del tiempo”, así encontramos tres tipos de ciclos: diario, semanal y anual.


El ciclo diario está formado por una serie de servicios litúrgicos que coinciden con un tiempo u hora determinada del día y que puede tener como su culmen la celebración de la Divina Liturgia. El ciclo semanal gira en torno al Domingo, que se dedica a conmemorar y celebrar la Resurrección de Cristo y se constituye en fuente de donde manan las gracias para los otros seis días.


Pero, de los tres tipos de ciclos, el más amplio y desarrollado es el ciclo litúrgico anual que llamamos Año Litúrgico. Comienza el 1 de Septiembre y tiene su culmen en la celebración de la Pascua. Está formado, como el semanal, además de las conmemoraciones diarias de los misterios del Señor, de la Santísima Virgen o de los Santos, por 12 Grandes Fiestas fijas en cuanto que tienen una fecha asignada en el año: 8 de septiembre: la Natividad de la Santa Virgen María, Madre de Dios; 14 de septiembre: se conmemora la Exaltación de la Cruz. Para este día, la Iglesia prescribe el ayuno estricto y en el templo se celebra un rito especial de adoración de la Cruz; 21 de noviembre: la Presentación de la Virgen María en el templo; 25 de diciembre: la Natividad de Cristo; 1 de enero: La Circuncisión del Señor; 6 de enero: el Bautismo del Señor (Epifanía); 2 de febrero: la Presentación del Señor; 25 de marzo: La Anunciación a la Virgen María, fiesta que San Juan Crisóstomo la llamaba la “raíz de las fiestas”; 24 de junio: La Natividad de Juan el Bautista; 29 de junio: La memoria de los santos apóstoles Pedro y Pablo; 6 de agosto: La Trasfiguración del Señor; 15 de agosto: La Dormición de la Santísima Madre de Dios.


Y existen además cuatro grandes fiestas en honor del Señor, que son de carácter movible pues van unidas al misterio de la Resurrección: La Entrada de Jesús en Jerusalén (Domingo de Ramos); El glorioso día de la Resurrección del Señor (Pascua); El luminoso día de la Ascensión de Jesús al cielo y El descenso del Espíritu Santo (Pentecostés).


Adicionalmente tenemos algunas fechas o períodos importantes durante el año: 1 de octubre: la Protección de la Virgen María. El 15 de noviembre: se inicia el ayuno navideño, que precede a la más importante festividad de las consideradas fijas: la Natividad y el Bautismo del Señor. Y la última de las grandes festividades del año es la Decapitación de Juan el Precursor y Bautista que se celebra el 29 de agosto y se caracteriza por ser día de ayuno estricto.


Por último podemos mencionar que revisten también gran importancia la fiesta Titular de la Iglesia, Monasterio o Ciudad que ya no son de carácter general sino particular o local.


Todo el Año Litúrgico, es pues, el medio como la Iglesia al presentarnos los principales misterios de nuestra redención nos recuerda que además de tener la verdadera fe, y de celebrarla con acciones de culto, estamos llamados a dejarnos iluminar y transformar por cada uno de los misterios que celebramos, y que por nuestra vida, por nuestras obras, todos den gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.


LECTURAS


En Vísperas


Is 61,1-10: El Espíritu del Señor, Dios, está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para curar los corazones desgarrados, proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad; para proclamar un año de gracia del Señor, un día de venganza de nuestro Dios, para consolar a los afligidos, para dar a los afligidos de Sión una diadema en lugar de cenizas, perfume de fiesta en lugar de duelo, un vestido de alabanza en lugar de un espíritu abatido. Los llamarán «robles de justicia», «plantación del Señor, para mostrar su gloria». Reconstruirán sobre ruinas antiguas, pondrán en pie los sitios desolados de antaño, renovarán ciudades devastadas, lugares desolados por generaciones. Extranjeros serán pastores de vuestros rebaños, forasteros, vuestros labradores y viñadores. Vosotros os llamaréis «Sacerdotes del Señor», dirán de vosotros: «Ministros de nuestro Dios». Comeréis la opulencia de los pueblos, y tomaréis posesión de sus riquezas. A cambio de vuestra vergüenza, obtendrán una porción doble; poseerán el doble en su país, y gozarán de alegría perpetua. Porque yo, el Señor, amo la justicia, detesto la rapiña y el crimen; les daré su salario fielmente y haré con ellos un pacto perpetuo. Su estirpe será célebre entre las naciones, y sus vástagos entre los pueblos. Los que los vean reconocerán que son la estirpe que bendijo el Señor. Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios.


Lev 26,3-12;14-17;19-20;22;33;40-41: Dijo el Señor a los hijos de Israel: «Si camináis según mis preceptos y guardáis mis mandamientos, poniéndolos en práctica, yo os mandaré las lluvias a su tiempo, para que la tierra dé sus cosechas y el árbol del campo dé su fruto. El tiempo de trilla alcanzará hasta la vendimia, y la vendimia hasta la sementera; comeréis vuestro pan hasta saciaros y habitaréis tranquilos en vuestra tierra. Yo traeré la paz al país y dormiréis sin que nadie perturbe vuestro sueño; haré desaparecer del país las fieras, y la espada no traspasará vuestras fronteras. Perseguiréis a vuestros enemigos; que caerán ante vosotros a filo de espada. Cinco de vosotros pondréis en fuga a cien, y cien de vosotros a diez mil; vuestros enemigos caerán ante vosotros a filo de espada. Me volveré hacia vosotros, os haré fecundos, os multiplicaré y mantendré mi alianza con vosotros. Comeréis de la cosecha añeja y tendréis que tirar la añeja para hacer sitio a la nueva. Pondré mi morada en medio de vosotros y no os rechazaré. Me pasearé en medio de vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo. Pero, si no me escucháis ni cumplís todos estos mandamientos; si despreciáis mis preceptos y rechazáis mis normas, no haciendo caso de todos mis mandamientos y rompiendo mi alianza, yo también haré lo mismo con vosotros. Daré suelta sobre vosotros al terror, a la tisis y a la fiebre, que os abrasen los ojos y os consuman la vida. Sembraréis en vano vuestra semilla, pues la cosecha se la comerán vuestros enemigos. Me volveré contra vosotros y sucumbiréis ante vuestros enemigos; os tiranizarán los que os aborrecen y huiréis sin que nadie os persiga. Quebrantaré vuestro orgullo y vuestra fuerza. Convertiré vuestro cielo en hierro y en bronce vuestra tierra. Vuestras fuerzas se consumirán en vano, pues vuestra tierra no dará sus cosechas y el árbol del campo os negará sus frutos. Daré suelta contra vosotros a fieras salvajes, que os privarán de vuestros hijos, acabarán con vuestro ganado y os reducirán a unos pocos, hasta que vuestros caminos queden desiertos. A vosotros os aventaré entre las naciones y os perseguiré con la espada desenvainada. Vuestra tierra será un yermo y vuestras ciudades una ruina. Entonces confesarán su iniquidad y la iniquidad de sus padres, cómo se rebelaron contra mí y se enfrentaron conmigo. También yo me he enfrentado con ellos y los he llevado a la tierra de sus enemigos». Esto dice el Señor Dios, el Santo de Israel.


Sab 4,7-15: El justo, aunque muera prematuramente, tendrá descanso. Una vejez venerable no son los muchos días, ni se mide por el número de años, pues las canas del hombre son la prudencia y la edad avanzada, una vida intachable. Agradó a Dios y Dios lo amó, vivía entre pecadores y Dios se lo llevó. Lo arrebató para que la maldad no pervirtiera su inteligencia, ni la perfidia sedujera su alma. Pues la fascinación del mal oscurece el bien y el vértigo de la pasión pervierte una mente sin malicia. Maduró en poco tiempo, cumplió muchos años. Como su vida era grata a Dios, se apresuró a sacarlo de la maldad. La gente lo ve y no lo comprende, ni les cabe esto en la cabeza: la gracia y la misericordia son para sus elegidos y la protección para sus devotos.


En Maitines


Mt 11,27-30: Dijo el Señor a su discípulos: «Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».


En la Liturgia


1 Tim 2,1-7: Hijo mío, Timoteo, ruego, lo primero de todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto. Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Pues Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos; este es un testimonio dado a su debido tiempo y para el que fui constituido heraldo y apóstol —digo la verdad, no miento—, maestro de las naciones en la fe y en la verdad.


Lc 4,16-22: En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.



Fuente: Cristianismo bizantino / Lexorandies.blogspot.com / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

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🇷🇴


Laudăm pe Domnul!


Dragi credincioși, slujirea liturgică în parohie o să înceapă duminica viitoare, 7 septiembre, 12,30h.


Doamne ajută!


🇪🇸


¡Alabemos al Señor!


Queridos fieles, los Oficios litúrgicos en la parroquia se retomarán el próximo domingo 7 de septiembre a las 12:30.


¡Dios, ayuda!

Preafericitul Părinte Cardinal Lucian îndeamnă la rugăciune și la post pentru pace


Preasfințiile Voastre,

Cucernici Părinți,

Cuvioși călugări și călugărițe,

Iubiți credincioși,

Privim cu îngrijorare cum războaiele și confruntările armate continuă să zguduie lumea de astăzi, aducând suferință în Țara Sfântă, în Ucraina și în multe alte regiuni unde darul păcii este grav pus în pericol.


La Audiența Generală din ziua de miercuri, 20 august 2025, Sfântul Părinte Papa Leon al XIV-lea a adresat din nou un stăruitor apel la pace, invitându-i pe credincioși prin mijlocirea Preasfintei Fecioare Maria să se unească în rugăciune și post, „implorându-L pe Domnul să ne dăruiască pace și dreptate și să șteargă lacrimile celor care suferă din cauza conflictelor armate”.


În comuniune cu întreaga Biserică Catolică, binecuvântăm organizarea zilei de rugăciune și de post în data de vineri 22 august 2022 în întreaga noastră Biserică Română Unită cu Roma, Greco-Catolică, cerând de la Domnul Puterilor Cerești încetarea războaielor și darul unei păci trainice pentru omenire.


În acest sens, Papa Leon al XIV-lea în cadrul Actului comemorativ dedicat Cardinalului Iuliu Hossu, care a avut loc pe 2 iunie 2025 în Capela Sixtină, a afirmat: „exemplul Cardinalului Iuliu Hossu (…) să fie o lumină pentru lumea de astăzi: să spunem «nu» violenței, oricărei violențe, cu atât mai mult celei săvârșite împotriva celor neputincioși și lipsiți de apărare, precum copiii și familiile!”


„Pacea lui Cristos, la care ați fost chemați ca să alcătuiți un singur trup, să stăpânească în inimile voastre și fiți recunoscători” (Col 3, 15).


Cu arhierești binecuvântări,


✠ Cardinal Lucian
Arhiepiscop Major al Bisericii Române Unite cu Roma, Greco-Catolică

15/08 - Dormición de la Santísima Madre de Dios y Siempre Virgen María


Después de la ascensión del Señor, la Madre de Dios permaneció bajo el cuidado del apóstol y evangelista Juan, y durante los viajes de este ella solía quedarse en la casa de sus allegados cerca del Monte de los Olivos. Su función en la primitiva iglesia fue ser fuente de consolación y de edificación tanto para los apóstoles como para los creyentes. 


Durante la persecución que inició el rey Herodes en contra de la joven Iglesia de Cristo (Hechos 12:1-3), la Madre de Dios y el Apóstol Juan se dirigieron a la ciudad de Éfeso en el año 43. También viajó a Chipre para estar con San Lázaro, el resucitado por el Señor, donde este era obispo, como también estuvo en el Monte Athos. San Esteban de la Santa Montaña dice que la Madre de Dios proféticamente dijo: “Dejad que este lugar sea entregado a mi hijo y Dios. Yo protegeré este lugar e intercederé ante Dios por él”.


De acuerdo a la Santa Tradición, basada en las palabras de los mártires Dionisios el Areopagita (3 de octubre) e Ignacio el revestido de Dios (20 de diciembre) San Ambrosio de Milán (7 de diciembre) tuvo la oportunidad de escribir en su obra “Sobre las vírgenes” que la Madre de Dios “era virgen no solo de cuerpo, sino también de alma, humilde de corazón, de pocas palabras, sabia en su mente, trabajadora y prudente. Su regla de vida era la de no ofender a nadie sino hacer el bien a todos”.


Las circunstancias en que sucedió la dormición de la Madre de Dios se conocieron en la Iglesia desde tiempos apostólicos. Ya en el primer siglo de la cristiandad, San Dionisio el Areopagita escribió sobre su “dormición”. En el siglo II, la historia de que su cuerpo subió a los cielos la encontramos en las obras de Melitón, Obispo de Sardis. En el siglo IV, San Epifanio de Chipre hace referencia a la tradición sobre la “dormición” de la Madre de Dios. En el siglo V, San Juvenal, Patriarca de Jerusalén, le dice a la Emperatriz Bizantina Pulqueria: “pese a que no existen datos sobre su muerte en las sagradas Escrituras, sabemos sobre todo esto de  la más antigua y creíble tradición”.  Dicha tradición fue expuesta en la historia de la Iglesia de Nicéforos Callistos durante el siglo XIV.


En el momento de su dormición, la Madre de Dios estaba de regreso en Jerusalén. Día y noche perseveraba en la oración e iba con frecuencia al Santo Sepulcro. En una de esas visitas, el Arcángel Gabriel apareció ante ella y le anunció que pronto dejaría esta vida. Así es que ella decidió visitar por última vez Belén llevando consigo las tres jóvenes que la atendían (Séfora, Abigail y Jael). Antes de esto le anunció a José de Arimatea y a otros discípulos que pronto partiría de este mundo.


En su oración, la Madre de Dios pidió que el Apóstol Juan  viniera a verla por última vez. El Espíritu Santo lo trajo desde Éfeso. Después de la oración, María ofreció incienso y Juan escuchó una voz del cielo que concluía la oración de la Virgen y que decía “amén”. La Madre de Dios interpretó que la voz significaba que pronto los apóstoles y los discípulos llegarían hasta el lugar en el que ella se encontraba.


Los creyentes, reunidos en gran número a su alrededor, dice San Juan Damasceno, escucharon las últimas palabras de la Madre de Dios.  Ninguno sabía la razón de encontrarse presentes en este lugar hasta que San Juan se acercó a ellos, con lágrimas, y explicándoles que el Señor había decidido juntarlos a todos nuevamente para la dormición de la Madre de Dios.


También apareció entre los presentes el apóstol Pablo con sus discípulos Dionisio el Areopagita, Hieroteos y San Timoteo y algunos de los setenta.


A la tercera hora del día (9 de la mañana) la dormición de la Madre de Dios se llevó a cabo. Los apóstoles se acercaron a su lecho y ofrecieron alabanzas a Dios. De repente, la luz de la divina Gloria resplandeció enfrente de ellos. El mismo Cristo apareció rodeado de ángeles y profetas.


Viendo a su Hijo, la Virgen María exclamó “mi alma magnifica al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi salvador por que ha visto la humildad de su esclava” (Lc 1:46). Así entregó su alma a su Hijo y Dios; milagrosa fue la vida de la Purísima Virgen y maravillosa su dormición.


A partir de ese momento comenzaron a preparar el entierro de su cuerpo purísimo. Los apóstoles fueron los encargados de llevar su féretro sobre sus hombros. Esta procesión se realizó por toda Jerusalén hasta llegar al jardín del Getsemaní.


Un sacerdote judío de aquella ciudad llamado Efonio, lleno de odio, quiso tirar el féretro que transportaba el cuerpo de la Purísima Madre de Dios. El Arcángel Miguel cortó sus manos. Viendo esto se arrepintió y confesó la majestad de la Madre de Dios y así comenzó a ser un ferviente seguidor de Cristo.


Cuando la procesión llegó al jardín del Getsemaní, los apóstoles y los discípulos comenzaron a dar el último adiós a la Virgen María. Recién a medianoche lograron depositar el cuerpo dentro del sepulcro y sellar la entrada con una gran piedra.


Por tres días no se fueron de ese lugar, orando y cantando salmos. Por la providencia de Dios, el apóstol Tomás no estuvo presente en el funeral. Llegando el tercer día a Getsemaní se acercó a la tumba y allí lloró preguntándose por qué no se le había  permitido a él presenciar la partida de la Madre de Dios. Los apóstoles decidieron abrir la tumba para que Tomás pudiera dar su último adiós. Cuando abrieron el sepulcro, solo encontraron sus lienzos y entendieron que su cuerpo también había sido recibido en los cielos por Nuestro Señor.


La tarde del mismo día, estando los apóstoles reunidos en una casa para poder comer, la Madre de Dios se les apareció y les dijo: “Regocíjense, estaré con ustedes todos los días de sus vidas”. Ellos exclamaron “Santísima Madre de Dios, sálvanos” iniciando esta exclamación que acompañará a la Iglesia eternamente.


Esta fiesta que celebramos todos los 15 de agosto es celebrada con mucha reverencia y especial solemnidad en el Getsemaní, el lugar de su entierro.


Una tumba que se convierte en escala para el cielo


Todas las liturgias de las Iglesias cristianas tienen un sentido pedagógico- o, mejor, mistagógico - muy claro. Este aspecto está subrayado claramente en las liturgias del Oriente cristiano: para los creyentes la liturgia es un maestro que instruye sobre la verdad de la fe.


De modo particular esta mistagogía/catequesis de la liturgia la encontramos en las celebraciones de la Madre de Dios, aquella que acogió en su vientre al Verbo eterno de Dios. La presencia de María articula los diversos momentos del año litúrgico de las Iglesias de tradición bizantina: la primera gran fiesta del ciclo litúrgico es la del 8 de septiembre, es decir, la Natividad de la Madre de Dios, y se cierra con la fiesta del 15 de Agosto, su Dormición. Todo el misterio de Cristo que se celebra a lo largo del año litúrgico comienza con la Natividad de María y se cierra con su tránsito y su plena glorificación.


El amor y la veneración por la Madre de Dios es el alma de la piedad de los Iglesias cristianas de Oriente y el corazón que vivifica la comunidad cristiana. El Oriente cristiano, desde sus comienzos, siempre ha contemplado a la Virgen inseparablemente insertada en el misterio del Verbo encarnado. Las Iglesias de Oriente, dirigiéndose a la Madre de Dios, saben que se dirigen a Aquella que intercede ante su Hijo.


La fiesta del 15 de agosto, que en los libros litúrgicos bizantinos lleva el título de "Dormición" de la Madre de Dios, celebra su tránsito y su plena glorificación encuadrándolos en el misterio pascual de Cristo, y es también una de las fiestas más populares entre los fieles. De hecho, es precedida por la llamada "pequeña cuaresma de la Madre de Dios", periodo de oración y de ayuno que comienza el uno de agosto; en estas dos semanas, mientras se llega al día de la fiesta, por la tarde se celebra el oficio de la Paráklisis ("súplica", "invocación", "consolación"), una oración a la Madre de Dios, muy popular y amada por los fieles. En ésta María es invocada como Madre de Dios, Virgen, Madre del Verbo encarnado, Virgen y Madre divina; títulos en relación a su divina maternidad, u otros relacionados a su función en el misterio de la redención: “poderosa en la intercesión, baluarte inexpugnable, fuente de misericordia, causa de alegría, fuente de incorruptibilidad, torre de seguridad”.


En la liturgia del 15 de Agosto, los textos del Oficio y de la Divina liturgia (troparios, kontákia) subrayan el gozo y la alegría. No el luto, el llanto por la muerte, sino la celebración, en su sentido más fuerte y más litúrgico del término, del tránsito de la Madre de Dios. Los textos de la fiesta se centran en todo el misterio de María en la economía de la redención: “protectora, fuente de Vida, trono del Altísimo, Madre de la eterna Luz, Madre de Dios”; Ésta está, como las demás criaturas, sometida a la muerte, pero la Vida que por Ella nació la hace nacer a la verdadera vida.


La liturgia de este día, con expresiones poéticas con frecuencia contrastantes, manifiesta y confiesa a Aquella que es la fe de la Iglesia: "La fuente de la vida es colocada en un sepulcro; la tumba se convierte en escala para el cielo". La profesión de fe de los primeros concilios de la Iglesia se refleja en la liturgia de hoy: "Esposa toda inmaculada y Madre del beneplácito del Padre, aquella que es elegida por Dios como lugar de su unión sin confusión, entrega hoy el alma inmaculada a Dios creador".


La liturgia eucarística ofrece a los fieles dos textos neotestamentarios: El primero (Filipenses, 2, 5-11) es el canto de la humildad de Dios; para glorificar a su creatura, es decir, al hombre, el Verbo de Dios se abaja y se hace hombre; para glorificar, para llevar al hombre a la primitiva gloria, belleza, el Verbo se hace hombre. Es como si la Liturgia Bizantina, concluyendo el año litúrgico – estamos en la última gran fiesta del calendario – entregase a la Iglesia y a cada cristiano estas palabras del Evangelio: Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica.


Finalmente, el icono de la Dormición de la Madre de Dios nos propone casi una “celebración” de la muerte de la Madre de Dios. Cristo en el centro de un semicírculo, con los ángeles entorno, tiene en sus brazos el alma de su Madre. María - muerta, o mejor dicho, adormecida - está colocada en el centro del icono sobre un lecho. Alrededor de Ella están los Apóstoles y unas mujeres llorando. Entre ellos, Pedro y Pablo, es decir, toda la Iglesia. En este icono el lecho de María es también el altar sobre el cual se celebra la liturgia: los Apóstoles que están celebrando alrededor de él, Cristo al fondo, en el ábside, que preside, Pedro que inciensa en el instante de la Gran Entrada.


En la celebración de la Dormición, María se convierte así en prototipo, es decir, en modelo, de la salvación para la Iglesia y para cada uno de los cristianos. María, la Madre de Dios, junto al Verbo encarnado, junto al misterio de la Iglesia, junto al misterio del hombre. El hombre atormentado y perdido conducido por María al puerto que es Cristo mismo; el hombre, objeto de la misericordia divina por medio de la Madre de Dios; el hombre alegrado por Aquella que engendra a Aquél que es la alegría del mundo, Cristo. El hombre es salvado por Dios gracias a la Encarnación del Verbo en el seno de María.


LECTURAS


En Vísperas


Gn 28,10-17: Jacob salió de Berseba en dirección a Jarán. Llegó a un determinado lugar y se quedó allí a pernoctar, porque ya se había puesto el sol. Tomando una piedra de allí mismo, se la colocó por cabezal y se echó a dormir en aquel lugar. Y tuvo un sueño: una escalinata, apoyada en la tierra, con la cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella. El Señor, que estaba en pie junto a ella, le dijo: «Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. La tierra sobre la que estás acostado la daré a ti y a tu descendencia. Tu descendencia será como el polvo de la tierra, y te extenderás a occidente y oriente, a norte y sur; y todas las naciones de la tierra serán benditas por causa tuya y de tu descendencia. Yo estoy contigo; yo te guardaré donde quiera que vayas, te haré volver a esta tierra y no te abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido». Cuando Jacob despertó de su sueño, dijo: «Realmente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía». Y, sobrecogido, añadió: «Qué terrible es este lugar: no es sino la casa de Dios y la puerta del cielo».


Ez 43,27-44,4: Así dice el Señor: «Concluidos estos días, a partir del día octavo, los sacerdotes ofrecerán sobre el altar los holocaustos y sacrificios de pacificación, y yo os los aceptaré —oráculo del Señor Dios—». Luego me hizo volver al pórtico exterior del santuario que mira hacia oriente. Estaba cerrado. El Señor me dijo: «Este pórtico permanecerá cerrado. No se abrirá nunca y nadie entrará por él, porque el Señor, Dios de Israel, ha entrado por él. Por eso quedará cerrado. El príncipe, porque es príncipe, podrá sentarse allí para comer el pan en presencia del Señor. Entrará por el vestíbulo del pórtico y saldrá por el mismo camino». Después me llevó por el pórtico septentrional hasta la fachada del templo. Vi que la Gloria del Señor llenaba el templo del Señor.


Prov 9,1-11: La sabiduría se ha hecho una casa, ha labrado siete columnas; ha sacrificado víctimas, ha mezclado el vino y ha preparado la mesa. Ha enviado a sus criados a anunciar en los puntos que dominan la ciudad: «Vengan aquí los inexpertos»; y a los faltos de juicio les dice: «Venid a comer de mi pan, a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la inteligencia». Quien corrige al insolente recibe insultos; quien reprende al malvado, desprecios. No corrijas al insolente, que te odiará; reprende al sensato y te querrá; instruye al sabio, y será más sabio; enseña al honrado, y aprenderá. El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor, conocer al Santo implica inteligencia. Por mí prolongarás tus días, se añadirán años a tu vida.


En Maitines


Lc 1,39-49;56: En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo». María se quedó con ella unos tres meses y volvió a su casa.


En la Liturgia


Flp 2,5-11: Hermanos, tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre. 


Lc 10,38-42;11,27-28: En aquel tiempo, yendo ellos de camino, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano». Respondiendo, le dijo el Señor: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada». Mientras él hablaba estas cosas, aconteció que una mujer de entre el gentío, levantando la voz, le dijo: «Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero él dijo: «Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».



Fuente: lexorandies.blogspot.com / Arquidiócesis de Buenos Aires y Toda la Argentina (Patriarcado de Antioquía y Todo el Oriente) / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española
Adaptación propia